LOS MOLINOS EN FUERTEVENTURA (III). LOS SISTEMAS TRADICIONALES

Cerramos serie de los elementos de molturación en los que anteriormente ya vimos al molino y la molina. En este capítulo nos centraremos en abordar en el utillaje previo a la colonización canaria y que gracias a ellos pudo consolidarse como alimento destacado de la isla, el gofio.

 

LOS MORTEROS

Es el sistema más primitivo que nos encontramos. Los primeros habitantes de Fuerteventura, los majos, empleaban unos morteros de forma redondeada o de nave para moler en ellos las semillas que recolectaban.

Estos primeros morteros eran piedras ahuecadas, labradas toscamente, en las que se colocaban los granos y machacaban con otra piedra más dura, accionada por la mano del hombre.

 

EL MOLINO DE MANO

Es el sistema de molienda que abarca más espacio temporal dentro de la historia de Fuerteventura. Su uso va desde la época aborigen hasta el siglo XX.

El molino de mano prehispánico, estaba compuesto por dos muelas circulares, superpuestas, con una perforación en el centro. La cara interna era plana, mientras que la cara externa era convexa. La muela superior, era móvil y se accionaba directamente con la mano o un mango de madera o hueso, para que girara sobre la muela inferior que permanecía fija en el suelo mediante un eje. La medida aproximada de estas piedras oscilaba entre los 30 y los 35 centímetros de diámetro, siendo la muela fija de menor tamaño de la móvil.

El grano se introducía por el orificio de la muela superior, triturándose entre ambas piedras y saliendo por los bordes.

Tras la conquista de la isla, el modelo aborigen del molino de mano siguió empleándose, pero contó con una serie de modificaciones técnicas que sofisticaron el sistema. La muela superior, presenta incrustada en su cara interna una pieza de madera o metal (lavija) con un pequeño agujero coincidente con el de la piedra, por donde atraviesa un eje de hierro que parte del centro de la muela inferior. La función práctica de esta solución era la de evitar que la piedra superior que es la que gira, se desplazase.

Este tipo de molino se colocaba sobre una base de mampostería y, por lo general, se instalaban en un rincón de la cocina. El accionamiento del artefacto era a través de un palo de madera, cuyo extremo inferior se introducía en un orificio hecho en la muela superior. El otro extremo del palo, se acoplaba a una plataforma de madera o mampostería adosada a la pared, en la parte alta del molino.

Progresivamente y a raíz de la implantación de la tahona en la isla de Fuerteventura, los molinos de mano fueron cayendo en desuso, pero siguieron formando parte del hogar majorero.

 

LA TAHONA

Estamos ante un modelo más actualizado respecto al anterior, y aunque no podemos llevar a cabo paralelismos significativos con el molino y la molina, los cuales surgieron posteriormente, la tahona sirvió para abastecer de gofio y harina en mayor cantidad. A diferencia de los molinos de viento y las molinas, lo característico de la tahona es la de la fuerza de tiro para accionar el mecanismo de molienda, empleando el tiro animal en este caso. Es por eso que decimos que estamos ante un sistema ‘a sangre’. Toda la maquinaria está adaptada para un burro o un camello.

La estructura, realizada en madera, se fijaba al suelo con el fin de evitar las vibraciones resultantes al moler. El elemento por el que se organiza toda la estructura, es una gran rueda dentada colocada horizontalmente y que gira sobre su eje a través de una pieza en la que se enganchaban los animales, poniendo en movimiento a otra rueda que acciona los engranajes y estos a su vez las piedras de moler.

La caja de molturación cuenta con una pequeña tolva con forma de pirámide invertida por donde se añadía el grano para moler. De la tolva salía la canaleja que conducía al grano hasta el hueco de la muela móvil.

Las piedras de moler presentaban una forma circular de un metro a metro y medio de diámetro. Una estaba fijada al suelo, y la otra era la giratoria. La muela superior, al ser que la giraba se la denominaba volandera o corredera y presentaba un orificio por el que se introducía el grano.

El mayor tamaño de la tahona, como antes mencionamos, supuso el aumento de la capacidad de producir harina y gofio, respecto a los molinos de mano y que decir de los morteros. Este sistema hizo que la construcción de tahonas se trasladase a habitaciones adheridas a la casa. Las casas en las que había tahonas eran por tanto de mayor tamaño, usándose estos espacios también para el almacenaje de harina y gofio, que además de servir de sustento a la familia podría abastecer a comunidades pequeñas.

 

La implantación siglos después de los molinos de viento y las molinas, no desterraron al olvido a estos artilugios. Estos siguieron usándose, sobre todo en aquellas temporadas del año en las que los vientos no eran muy abundantes o fuertes.

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